Creo que todos estaríamos de acuerdo en afirmar que la ducha es un momento íntimo, y que no es para compartir con cualquiera, ¿cierto?. Pues, aunque en teoría eso es así, en la práctica nada está más alejado de la realidad, el 99% de las veces, lo hacemos acompañados.
Me he encontrado a mi misma duchándome con mis problemas, con los jefes, con compañeros de trabajo, con lo que me enfada, con lo que me va a pasar, con lo que me entristece de lo que ha sucedido… e incluso, en algunos casos, con mis sueños y aspiraciones más profundas. Es interesante darse cuenta de esta situación.
Con la vida tan ajetreada que tenemos os invito a probar la meditación en la ducha. Esta puede incluirse en las prácticas que denominamos en mindfulnes como prácticas informales.
La ducha es una de las maneras más sencillas, eficaces y rápidas de relajar el cuerpo y la mente, a la vez que sirve para recargar energía.
Cuando te duches te sugiero que escojas uno o dos de los aspectos siguientes y los observes.
- Se consciente de que te estás duchando.
Sí, es simple ¿verdad?. A veces te das cuenta de que te estabas duchando cuando estás secándote.
- Observa el agua cayendo sobre ti.
Puedes prestar atención a la temperatura, a la cantidad de agua, a la presión del agua sobre tu cuerpo, o a la sensación del agua sobre tu piel.
- Huele el gel y el champú, y percibe como lo aplicas.
Tal vez te des cuenta de que empiezas siempre de abajo hacia arriba o de arriba hacia abajo, que coges siempre primero la esponja con tu mano derecha, o cualquier otro detalle.
- Presta atención a tus sensaciones corporales.
- Observa los pensamientos que acuden a tu mente.
- ¿Cómo te secas? Observa tus pensamientos y sensaciones mientras que lo haces.
Poco a poco, puedes elegir más aspectos de tu ducha diaria y prestar atención a cada uno de ellos. La intención es hacer que ese momento tan íntimo, sea un momento que te dedicas a ti, a tu cuidado personal y que incluyas esta práctica en tu ritual diario. Compártelo, sólo cuando tú así lo desees 😉